Me gustan los paganos.
Esos que atentan y se rebelan.
Hermanos de sangre,
que no justifican sus carencias,
errores o limitaciones
a través de imaginarias quimeras,
de omnipotentes deidades.
Me gustas tu agnóstico,
que no vendes ni proclamas,
que no convences ni realizas actos de campaña.
Siglos de silencio te preceden,
de certezas, seguridad y confianza,
lejos de falsos optimismos,
de hipócritas esperanzas.
Te sabes satisfecho y pleno,
cuando de disfrutar de la vida se trata.
Me encantan los ateos,
los sin-dios, los olvidados.
Esos que no huyen, que no evaden.
Quienes visitan por las noches,
el dolor abismal y justo en la caída,
despliegan sus maltrechas alas.
Esos que temen y tiemblan
y aun así, plantan batalla.
Me gustas tu, hechicera ancestral.
Porque no callas, porque no olvidas.
Porque estás a mi lado,
a pesar de la historia,
de los tropiezos y fracasos.
Me gustas construyendo futuro,
(tú que dejas el materialismo absurdo,
el presente y sus discursos,
a los vanales del new age
a los egoístas contemporáneos).
Me gustas tu ángel caído,
que ríes y lloras,
en todos los tiempos verbales.
Que sabes que la vida es una rosa
y con lujuria abres
piernas y labios,
a su beso de pétalos y espinas.
Encontrémonos pues
hermanos de sangre,
hagamos una orgía,
sin secretos ni dioses ni avernos,
será la vida quien nos aguarde,
en el próximo aquelarre.
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